PEQUEÑOS
En el acta atroz y estremecida que levantó mi amigo, el fotógrafo Benito Román, el planeta –o el limbo- de los enanos y sus destrozos y calamidades, cantan a gritos heridores, también heridos, el hombre y la mujer para quienes tan sólo creció el dolor que se troca en carcajada en el cruel prójimo a quien poco a poco se le va pudriendo el corazón en la caja de su pecho; es la canción de la belleza pura y sencilla la que más estremece la memoria de cada mirón atónito. Sí; desde el Bosco y Valdés Leal hasta don Pepe Solana y Picasso, todos somos culpables del dolor de todos. Y aquí no cabe disimulo porque también todos estamos podridos y condenados.
Los personajes de Benito Román, los títeres, los cristobitas, los fantoches, los dominguillos, los enanos vestidos de luces de Benito Román, no se ganan el parvo pan que comen con el sudor de su frente, como sería de Ley, sino con el sudor del alma de quienes miran y se pasman o se alegran y regurgitan las hediondas letanías y se mueren de asco y antes de que pueda remorderles la conciencia.
Camilo José Cela